Mucho tiempo atrás en los años 90, don Orlando Zúñiga se encontraba en la tarea de reflotar a Baquedano para insertarlo en la Liga de los Barrios, entidad que a mediados de esa década tenía competencia con tres series más una de sénior.
Sin recursos pero con muchas ganas, don Orlando un día se encontró con Roberto Depaux, en ese entonces presidente del Consejo Local de Deportes y Recreación, Colodyr, a quien humildemente le solicitó una ayuda con indumentaria deportiva. Pasó el tiempo hasta que se encontraron nuevamente y lo primero que Depaux le preguntó a don Orlando fue “¿Y te gustaron las camisetas que te envié?”. “Si, están buenas pero igual me cobraste caro, si yo pensaba que era una donación”, espetó don Orlando. Ante su asombro Depaux le dijo “¡Pero si te las regalé!”.
¿Qué sucedió entonces?
La donación del Colodyr fue enviada por intermedio de un personaje ligado al deporte local (fútbol específicamente), de mala manera creemos, quien no tuvo ningún reparo ni problema en lucrar (palabra tan de moda hoy en día), en obtener un provecho económico ilegítimo y más aún defraudar la confianza entregada como intermediario entre Depaux y don Orlando Zúñiga.
Bueno, hoy en día ese mismo personaje, quien cuando estuvo al frente de una asociación de fútbol local no entregó nunca cuentas sobre su gestión, económica específicamente, y ante los reiterados llamados a presentarse a las reuniones para entregar la cuenta contable, no encontró nada mejor que enviar solamente el timbre de la asociación, desligándose totalmente de su obligación y –nuevamente- defraudando la confianza que se le había designado. Tras ese episodio, los antiguos dirigentes de aquel organismo deportivo dejaron muy en claro que este personaje nunca más podría volver a ser parte de la asociación, al menos como dirigente.
Pasaron los años, el tiempo hizo su trabajo y “algunas cosas que no debían ser olvidadas se olvidaron” (perdón pero suena tan bien que nos damos la licencia de citar textualmente El Señor de los Anillos). Esas cosas que debían ser recordadas por el daño causado a la asociación quedaron en nada cuando, para sorpresa nuestra y la de los pocos que ya recuerdan el episodio al frente de dicha entidad, en una medida poco acertada la asociación decidió entregarle el nombre de uno de sus trofeos como homenaje. Sí, lo lee bien, como homenaje a alguien que solo causó un perjuicio durante su gestión y que salió por la ventana, cuestionado y que, sin la más mínima señal de arrepentimiento y de hombría, fue a dar la cara y reconocer sus faltas, incluso hasta el día de hoy.
Sin lugar a dudas que esta es una muy negativa señal, fácilmente da a entender que se puede obrar de mala manera pero que no hay de qué preocuparse ya que el tiempo se encargará de borrar todo y se volverá a ser una persona honorable e intachable, incluso con capacidad de juzgar a todo el mundo por estas mismas faltas sin siquiera probarlas. Lo más lamentable es que esta es la imagen, muy recurrente, que muestran algunas personas de nuestra ciudad en la actualidad.
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