Sábado 23 de noviembre de 2002. Una fecha que quedó grabada en nuestra historia.
Aquel día, en un Roberto Bravo Santibáñez repleto de ilusiones, Deportes Melipilla recibió a una Universidad de Concepción que llegaba con fiesta lista: si ganaban, subían a Primera División. Trajeron banderas, cánticos… y hasta sus dirigentes, que se sentaron justo delante de mí.
Nos gritaron el primer gol como si fuera una burla. A los 34’, Paulo Rosales nos silenció con un zurdazo y ellos lo celebraron con descaro. Y dos minutos más tarde nos quedábamos con 10 jugadores por una muy discutible expulsión de Pedro Pinto.El segundo golpe fue aún más duro: Ricardo Viveros marcó el 0-2 a los 55’. Y otra vez, los gritos de ellos. Nosotros solo apretábamos los dientes, mascando rabia y frustración. Pero los que conocemos este club sabemos que Los Potros tiene siempre un corazón latiendo así que nunca, pero nunca, hay que dar por muerto a un potro.
Tres minutos después, a los 58’, llegó el descuento de nuestro eterno Rodrigo “Tota” Romero, y con un “toma“, se lo dediqué desde atrás donde yo estaba. Ya no me importaba nada. Ellos no respondieron. El estadio empezaba a rugir.
Y entonces… renacimos.
Ronnie Fernández puso el 2-2 a los 67’. ¡Qué locura, qué abrazo con mi amigo Patricio! El grito fue más potente, más colectivo. Varios más se sumaron a mi lado, “grita ahora…CTM” (con rabia acompañado de este típico chilenismo que siempre nos acompaña en el fútbol). Y cuando llegó el penal a los 76’, e Iván “Polilla” Arenas lo transformó en el 3-2, corrimos todos hacia ellos, desahogándonos, cantando, gritando que aquí no se celebra nada que no sea blanco y azul.
Pero aún quedaba drama. A los 88’, Rosales sacó un remate de otro partido y nos empataron. Esta vez ellos nos lo gritaron fuerte, devolviendo lo que antes les dimos. ¡Que rabia e impotencia más grande!
Y en la última jugada, cuando el reloj moría, un nuevo penal. Otra vez Arenas, otra vez desde los doce pasos. Minuto 92. Gol. Golazo. Gol eterno. ¡NO LO PODÍAMOS CREER! Los dirigentes penquistas ya no estaban. No pudieron soportar quedarse a escuchar los gritos y el festejo de quienes les arruinaban su fiesta.
𝗘𝗿𝗮 𝟰-𝟯.
Y no era solo un resultado. Era una declaración. Nadie viene a hacer su fiesta en nuestra casa.
Casi lloré de emoción… Sí, ahora que recuerdo lloré de felicidad, lloramos todos. Porque no era solo fútbol. Era amor. Era resistencia. Era gritarle al país (Lo transmitió VTR) que en Melipilla había un equipo con alma, con jugadorazos, con hinchas que sienten hasta los huesos a su club.
Siempre que viajamos cuando Deportes Melipilla juega de visitante, recordamos aquel partido. Es que ese día lo vivimos con una intensidad que aún me emociona al recordarlo. Porque no hemos tenido tantas alegrías… pero las que hemos tenido, como esta, son verdaderamente nuestras. Como aquella remontada mágica ante Osorno, de un 0-3 a un 4-3, esta también fue de las que se cuentan para siempre. Entre abrazos, lágrimas y gritos.
Ese día los Potros ganaron algo más que tres puntos: ganaron para siempre el corazón de su gente.
Y lo mejor de todo: yo estuve ahí.
📺 Si quieres revivir esa jornada mágica, aquí puedes ver el partido completo:
👉 https://youtu.be/4JhddYSVftM?si=HkkyrU8haG2pCazP