La tarde de este 19 de noviembre quedará como una de las más amargas en la historia de Deportes Melipilla. La Segunda Sala del Tribunal Autónomo de Disciplina aplicó una sanción de 36 puntos al club, dejándolo en –18 unidades y provocando su descenso a Tercera División, fuera del fútbol profesional.
Un mazazo devastador para una institución que ya venía golpeada, y que ahora enfrenta una caída que trasciende lo deportivo: es un golpe directo al corazón del club y de toda su gente.
Por qué se sancionó al club: la base del castigo
A diferencia de otras decisiones polémicas del pasado, este fallo detalla con claridad la razón de la sanción: Deportes Melipilla no restituyó la garantía económica que exige el artículo 63 de las Bases del Campeonato de Segunda División 2025.
La Unidad de Control Financiero (UCF) notificó al club que la garantía sería ejecutada debido a obligaciones laborales impagas. Sin embargo, los documentos con los que Melipilla había constituido la garantía no pudieron ser cobrados, quedando inservibles para cubrir las deudas.
Pese a ello, y según el fallo, la UCF sí realizó todos los actos administrativos para “hacer efectiva” la garantía, lo que —aunque no culminara en un cobro concreto— equivale a una ejecución fallida, pero igualmente válida a efectos reglamentarios. Y al quedar la garantía inutilizada, el club estaba obligado a reponerla en un máximo de cinco días hábiles, algo que no hizo, aun estando notificado formalmente.
La respuesta del Tribunal fue contundente:
– 3 puntos por cada semana de retraso desde el 26 de agosto de 2025.
El total: 36 puntos de castigo.
La consecuencia: descenso directo.
Una herida que va más allá del reglamento
El fallo no solo golpea por su dureza, sino porque deja al descubierto problemas más profundos: una dirigencia que volvió a fallar donde no podía fallar.
Y eso duele aún más porque no es la primera vez.
Solo el año pasado, Deportes Melipilla perdió el título y la opción del ascenso por incumplimientos financieros, en un episodio que nuevamente encendía las alarmas sobre la conducción administrativa del club.
Hoy, esa historia se repite con consecuencias mucho más graves.
Una dirigencia que no aprendió de las señales
La sanción no es un “infortunio reglamentario”. Es el reflejo de errores acumulados, decisiones tardías, incumplimientos laborales, promesas no cumplidas y una estructura que no fue capaz de sostener las exigencias mínimas del profesionalismo.
Los hinchas sienten rabia, frustración y pena. No porque un tribunal dictara un fallo duro, sino porque —una vez más— el club quedó a la deriva por quienes debían cuidarlo.
Un futuro que se escribe desde el dolor
El descenso a Tercera División significa empezar desde cero: presupuestos más bajos, condiciones competitivas distintas, planteles semiprofesionales y un horizonte incierto.
Pero también es un punto de inflexión. Un golpe que puede marcar el fin de una etapa oscura y el inicio de otra, mucho más transparente, ordenada y con responsabilidad institucional real.
El único sostén: la gente
Entre tanta tormenta, queda lo único que nunca ha fallado: la hinchada, la ciudad, la identidad albiazul.
Hoy es un día de dolor. Un día que marca un antes y un después para Deportes Melipilla. Pero también un día que, con el tiempo, podría transformarse en el inicio de una reconstrucción necesaria, inevitable y urgente.
