Una nueva señal de alarma sacude al fútbol chileno. Esta semana, el club San Antonio Unido fue notificado en forma interna de su quiebra, y los jugadores no se presentaron a entrenar. El impacto no solo afecta al plantel, sino también a toda la hinchada sanantonina, que hoy enfrenta una profunda incertidumbre sobre el futuro del club.
Pero este no es un caso aislado. La realidad de 𝗗𝗲𝗽𝗼𝗿𝘁𝗲𝘀 𝗠𝗲𝗹𝗶𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 es prácticamente la misma: una institución con serios problemas económicos, sin claridad sobre su rumbo dirigencial, y con un plantel que ha debido sobrellevar múltiples dificultades a lo largo del campeonato.
La situación refleja un problema estructural que atraviesa a casi todos los clubes de la Segunda División Profesional. Esta categoría genera gastos considerables: sueldos, personal administrativo, arriendo de estadios o canje de entradas, seguridad, entre otros. En contraste, los ingresos son prácticamente nulos, con bajas asistencias, escasa o nula publicidad y patrocinio, y con montos muy bajos por derechos de transmisión.
Se trata de una categoría que no logra ser autosustentable y que, sin una intervención económica urgente de la ANFP y de las autoridades del fútbol chileno, se encamina peligrosamente al colapso. El riesgo de desaparición de clubes tradicionales es más real que nunca.
San Antonio Unido ya dio el primer aviso. 𝗗𝗲𝗽𝗼𝗿𝘁𝗲𝘀 𝗠𝗲𝗹𝗶𝗽𝗶𝗹𝗹𝗮 podría ser el próximo.